Siempre me ha encantado bucear. El océano recela mil maravillas, y te llena los ojos de peces y colores cuando menos te lo esperas. También da miedo. Es imprevisible, a veces tranquilo, a veces tormentoso.
Sus profundidades son oscuras y desconocidas, habitadas por pulpos gigantes, peces dentados, microorganismos extremófilos que pueden sobrevivir las más altas presiones y extremas temperaturas; y también habitado por nuestros mitos y fantasmas, miedos irascibles y fantasías. Parece que tan solo conocemos 5% de los fondos marinos del planeta…
¿Cuánto conocemos de nuestro propio interior?
Bucear es una actividad bastante solitaria. Oyes el sonido de tu respiración, él va y ven incesante del aire que te llena los pulmones y se vuelve burbujas al salir de tu cuerpo para escaparse a la superficie. Hasta el conjunto de buceo te devuelve a tu propio mundo. Y desde allí, el fondo del mar, lo profundo de ti misme; tú y tu respiración tienen que encontrar una manera de comunicarse con el exterior.
Desde abajo, la palabra no sirve. El sonido articulado se lo traga el agua. Hay que encontrar otras formas.
Después de muchas horas, meses y caminatas despiertas pasadas en soñar este proyecto me pregunté:
¿Como comunico lo que hago con el exterior?
Usas tus manos para decir OK, estoy bien; me queda medio tanque; tengo dolor de cabeza; ¡mira allí hay una tortuga enorme! Encuentras la forma. El espíritu alerta se prende de una sensibilidad nueva y desarrollas una manera diferente de leer el otro, de conocerte a ti misma, y a tu entorno.
De alguna manera sumergirme en este proceso creativo fue muy similar a bucear en el mar. Es una pasión y una curiosidad irrefrenable que te arma de coraje para ir hacia abajo, bien adentro; con ese sabor mezclado de entusiasmo, curiosidad tintada de ansiedad. No sabes lo que vas a encontrar.
“Nunca, lo he hecho, ¡no sé cómo hacerlo!”
“Y si me pierdo y no vuelvo nunca jamás…?”
“Y si no encuentro nada? ¿O si lo que encuentro no me gusta?”
Saltas igual. Y claro. La experiencia no es nada como lo pensabas. De hecho, creo que no pensaba nada cuando inicié esa aventura en la primavera de 2022.
Lo único que sabía, es que quería hacer algo con el clown y la música. Ese deseo fue el timón para orientar la búsqueda, y me tire a rienda suelta a experimentar los lenguajes que me mueven por dentro. Me encontré saltando del teatro a practicar música con distintas maestras – el clarinete, le guitarra y el ukulélé –, de entrenar malabares a sonar con mi cuerpo; de ponerme la nariz roja a jugar sin ella también. Me tiré a experimentar a pleno. El salto era puro impulso, deseo, ganas e intuición, con la locura necesaria para lanzarse en la aventura.
Mas allá de la forma que toma la búsqueda, ese deseo me llevo a bucear en mi profundo adentro. Conocer la materia prima que anda allí, la esencia que pide encontrar el cauce del rio aquel – ese territorio de tierra fértil y lenguaje propio – para que pueda fluir, moverse, expresarse, transformarse; aliviar algo en mi interior y quizás también en el exterior.
Baje, y la visibilidad no fue tan clara y prístina como lo imaginaba; el fondo marino distinto a las fotos de las revistas. Me encontré bichos raros; miedos irascibles, me vi frente a frente con esa exigencia que me sigue desde siempre. Algunas noches, ma agarro la desesperación. Pensé: “Nunca voy a llegar, todo fue un gran error”. Hasta pensé que yo misma era un gran error.
Llegaron bendiciones para levantar los ánimos. El calor y el Amor de las amistades y la familia. Sin ell@s, no hay travesía posible. Y cuando todo pareció detenerse – sin movimiento – ningún pez visible al horizonte, el fondo marino como dunas de arena hacia el infinito; rumbo incierto, se desveló el tesoro.
Apareció una puerta. Un hilo de lana. Una oportunidad nueva, repentina invitación a presentar la obra en un festival de teatro en Cali, Colombia. A mi gran sorpresa, nació Pas-Sage en noviembre 2023, después de más de un año de vida y proceso.
Durante toda esa travesía, me ha costado bastante tener la constancia de comunicar lo que estaba emprendiendo y experimentando. Quizás era yo muy tomada por la misma travesía como para entender cómo ponerla en lenguaje inteligible y articulado.
“Hay que comunicarse en las redes Juli, eso es lo que se hace.”
“Comparte eso que escribes de tu proceso creativo, tiene valor, dale este valor.”
Allí estaba la idea, la semilla, pero todavía no había lo suficiente tierra como para que broten las raíces, y salga la planta. Poco a poco, se fue construyendo ese espacio de portfolio como una casa virtual donde poder albergar las palabras, reflexiones, frutos, momentos, -itos, descubrimientos y perlas que yacen de este proceso en proceso.
Inaugurando este espacio del blog, iré compartiendo a lo largo del camino reflexiones que me parecen tienen el valor de ser compartidas, y rescataré en las páginas de los cuadernos que ya se fueron llenando momentos y aprendizajes que me marcaron.
El tiempo no es lineal, y veo valor en compartir retazos del camino transcurrido para traer perspectiva y entendimiento sobre los “resultados” que van apareciendo al ojo del público como un producto finito y fijo en el tiempo. En verdad, esos productos son la punta del iceberg de procesos largos, profundos y complejos.
Hay tanta riqueza en los miles de labores y metabolismos de crecimiento que atraviesa el árbol para llegar a dar esos frutos.
En este espacio, me apetece abrir una ventana en las entrañas de un proceso creativo continuo, encarnado. Darle un lugar, una voz para que se expresen los momentos vitales por los cuales pasamos en el viaje de crear y de vivir.
Permitirme la experiencia de contarme.
Bienvenides a este espacio, y gracias por leerme hasta aquí!